Necessitamos estar preparados para nuevos brotes y crisis sanitarias
Durante los años 2020 y 2021, la pandemia del SARS-COV2 (COVID-19) generó un número sin precedentes de pacientes con neumonía grave que requirieron internación y cuidados intensivos. En estos meses observamos la saturación y el colapso de los sistemas de salud y el alto precio humano y económico de no tener la capacidad de brindar el tiempo y los cuidados intensivos adecuados a los pacientes más graves.
Los profesionales de la salud, los gobiernos y el sector privado, entre otros, hicieron un gran esfuerzo para ampliar el número de camas de las UCI, para equiparlas y para habilitar a los profesionales para trabajar en ellas. Estas acciones mitigaron parcialmente la catástrofe pandémica, permitiendo soporte vital avanzado para pacientes gravemente enfermos con COVID-19. En este punto, con la reducción general de casos, incluidos los casos graves, solo podemos imaginar cuál será el legado de esta pandemia para el futuro de las UCI.
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